lunes, 30 de abril de 2012

PANCHO SIERRA por María Cecilia Repetto



PANCHO SIERRA   ¿ESTAS   AHÍ?


En una habitación del fondo de la casa de la abuela  colgaba   de un clavo, tal cual lo  había puesto  mi abuelo paterno  a quien no conocí, una foto desteñida de  un viejo de  barba blanca y mirada profunda que, según decían , tenía poderes sobrenaturales.


Cierta vez   , cuando era chica , pregunté:


      -Abuela ¿Quién es ese hombre? y   ella me  respondió:


Es Pancho Sierra, hija.


Solo eso me dijo la abuela en aquel momento y yo no pregunté nada más.


La gente de antes era así, no era costumbre darles explicaciones a los chicos, ni éstos preguntar demasiado a los grandes, al fin y al cabo para eso uno contaba con el preciado don de la fantasía.


A su tiempo llegaría  la claridad necesaria, el conocimiento , despejando  las dudas si   subsistía  la curiosidad por algún episodio que nos había interesado , de lo contrario, dormiría la anécdota en el olvido  como una fugaz inquietud de las  tantas que se  plantean  a lo largo de  la niñez.


La casa de la abuela era   grande y larga; la típica casa chorizo de principios del siglo XX.


Tenía varias habitaciones en desuso que   ella nombraba por la función que habían cumplido en los primeros tiempos de la   familia, es decir, cuando estaban todos , antes del éxodo que dejó la casa vacía de ocupantes y cargada de recuerdos.


La habitación   del fondo  la conocíamos    como   ” La pieza de los expedientes” y  estaba separada de la vivienda principal.


Para acceder a ella   había que pasar al “segundo patio” donde estaba el limonero, eternamente apestado, los almácigos de Marta, la higuera donde habíamos enterrado el tero y el tanque de agua llovida donde una vez se cayó Pancho.

Por los detalles de su arquitectura, que me recordaban la casa de Tucumán   , supongo  que su construcción era más antigua  que el  resto de la  casa.


Dentro de esta habitación  había  una estantería de madera en la cual se archivaban muchas  carpetas  de  asuntos viejos  del estudio ,  una   mesa destartalada donde ,según contaba  la abuela , papá había estudiado toda la carrera de abogacía, en un rincón, un violonchelo  sin cuerdas que había pertenecido a un tío de papá, un  fuentón de aluminio   y por supuesto , sobre la pared  mirando  al frente   la misteriosa foto de Don Pancho Sierra.


Un día, cuando era más grande, alguien me explicó que la imagen había sido puesta en la parte más extrema de la casa porque teniendo el santo   desde allí una vista panorámica podía  amparar  a todos integrantes de la familia.


(Pancho Sierra, por los datos que he podido extraer de su biografía, nació en Salto en la provincia de Buenos Aires en el año 1831, era hijo de hacendados y estudió en la Universidad de Buenos Aires hasta el cuarto año la carrera de medicina.

Su actividad como sanador comenzó a ejercerla a partir de la muerte del único amor de su vida, Nemesia, hecho que lo sumió en una profunda depresión.


Para curar realizaba un ritual con agua fría extraída del pozo principal de su campo. Por eso se lo conoce como el “doctor del agua fría o   El resero del infinito”.

Su fama, que en principio era local, con el tiempo se popularizó, venían a verlo hasta su estancia personas de toda la provincia buscando su bendición y ayuda para resolver problemas, aún después de su muerte continuó siendo invocado por sus creyentes).


Cada tanto un impulso   me lleva a la casa de la abuela aunque no se bien qué es lo que  busco.


La misma pregunta se debe formular quienes retornan de visita a su pueblo natal o se detienen a observar la vieja casa paterna o el barrio de la infancia.


Hoy estuve allí en nostálgica recorrida.

En la habitación del fondo cada vez más abatida por el paso insondable del tiempo   restos de expedientes que se deshacen en la mano al levantarlos del suelo dan prueba de firmeza o de lealtad, no sé como describirlo.

Entre ellos , supongo , porque se ha caído  , estará  la imagen  obstinada de  Pancho Sierra ,  resistiendo  al derrumbe  y cumpliendo por más tiempo que el requerido su promesa fiel de proteger a los moradores .


Aquí a solas me encuentro en la habitación del fondo, en la cual mi abuelo, a quien no conocí por asuntos que no vienen al caso, había colocado la foto de un gaucho sanador.


En ausencia de todos siento el deseo de rebobinar el tiempo, si pudiera volver a verlos….aunque sea un rato…


Entonces , un pensamiento irracional me invade   :


- Tal vez el  santo !!! , me digo y rompo el silencio para   invocarlo:
-Pancho Sierra, ¿estas ahí?

Silencio   absoluto.


El santo no me ha respondido.


Pancho Sierra, ya no estás ahí, o quizá si, pero de otra manera, quizá estés por siempre en mi corazón y en el recuerdo de esa pared de barro donde posó alguna vez tu foto que me remontan a mi infancia cuando te vi   por primera vez.





María Cecilia Repetto