domingo, 30 de octubre de 2011


VIVENCIAS  DURANTE EL PERIODO DE LA RESTAURACION DE LA DEMOCRACIA

 

En el año 1.983 cursaba el cuarto año de la carrera de abogacía.

Al acercarse la primavera comenzó a percibirse en la Facultad de Derecho de La Plata un ambiente inusual ,que no era provocado por el cambio de estación sino por la proximidad de las elecciones presidenciales del 30 de octubre.

Cierto aire refrescante despabilaba el ánimo estudiantil y nos desafiaba a un cambio de vida.

En el frente del edificio de la calle 41,en sus  escalinatas grises y en las paredes amarillas de  la Facultad se superponían, uno sobre otro, carteles con propagandas políticas de diferentes partidos políticos. La mitad de la  cara de Raúl Alfonsín se  adivinaba  sobre un afiche recién colocado con la imagen  de  Italo Luder ,entonces  candidato por el Partido Justicialista.

En varios rincones de la facultad los chicos de Franja Morada habían improvisado kioscos donde se reunían  todas las tardes  para hablar sobre política o  repartir  propaganda electoral de la U.C.R.

El espectáculo era novedoso, colorido y audaz  para la mayoría de los estudiantes, jóvenes con vocación pero inexpertos en el arte de ejercitar la política, primerizos en las  prácticas democráticas.

Teníamos, en aquel entonces, alrededor de veinte años. Pertenecíamos la mayoría  a  una generación que no había  participado  en  la  denominada guerra sucia ni había sentido en carne propia el gusto amargo de la represión.

Nada tuvimos que ver con aquello, más la dictadura nos vino de rebote y  marcó  nuestra adolescencia con un secundario rígido en  formalismos, modalidad que suelen imponer los mediocres como forma de ejercer la disciplina.

Salíamos con recelo  y en puntas de pie de aquel período oscuro de miedo y privaciones a las libertades  que nos impuso la dictadura militar.

Las elecciones reavivaban las ilusiones de la gente  que de a poco se animaba a participar de la campaña electoral contagiada por el entusiasmo de una minoría que se multiplicaba  cada día.

Se ponía de moda participar ,es cierto,no obstante se nos había marcado a fuego aquel temor de “meterse en política y terminar pegado”,algunos comentarios por el estilo se seguían escuchando de vez en cuando.

Los chicos del interior,por entonces, eramos los menos audaces- quizá teníamos como prioridad terminar la carrera- continuábamos nuestra rutina de estudio aunque mirábamos de reojo , ansiosos por tomar parte en aquella promesa de cambio.

Mil novecientos ochenta y tres fue un año netamente político en el que se reorganizaron  las fuerzas partidarias.

Se dejaba atrás el miedo y el odio que nos había inyectado la dictadura militar con su patoterismo y falta de respeto a los derechos individuales.

Ninguna ciudad del interior quedo ajena de este entusiasmo colectivo que se manifestaba en los comités a pleno ,en los actos callejeros multitudinarios y en la cifra record de afiliaciones  partidarias  como nunca se había visto en la Argentina.

La gente anhelaba volver a vivir en paz   y por entonces Raúl Alfonsín dueño de una oratoria aguerrida, enfervorizaba multitudes cuando recitaba el preámbulo de la Constitución Nacional al final de sus discursos de campaña.

No creo que haya habido otro día comparable en estos años como aquel 30 de octubre de 1.983 ,donde la euforia colectiva  colmó plazas , calles y donde más allá del resultado electoral, abrazó a  vencedores y vencidos  un mismo sentimiento de alegría que producía la recuperación del sistema democrático.

Para muchos de mi generación era la primera vez que concurríamos a las urnas y el entusiasmo que esto provocaba no se agotaba en la posibilidad de votar sino en el cambio de vida que implicaba para la sociedad sacarla del rigorismo y la falta de libertad a las que debió someterse durante el período militar.

A dos décadas de aquel día memorable reconforta saber que  pese a los tropiezos que hemos sufrido en estos años, la  Argentina continúa  siendo el país de latinoamérica  más apegado al sistema democrático

La experiencia recogida en estos años nos ha enseñado que la indiferencia, el “no te metas “son posturas peligrosas y que la participación  ciudadana es un derecho y  una obligación  permanente que cada argentino tiene para contribuir al fortalecimiento del sistema democrático.

                                                                                            María Cecilia Repetto

 

sábado, 15 de octubre de 2011


 

LA DIFICIL TAREA DE ELEGIR EL REGALO A MAMA 15-10-2011

 

 

Es viernes por la tarde  y  liberada ya de  mis obligaciones laborales  regreso  a casa por el mismo camino donde de tanto pasar   se está  formando un sendero.

 

Antes que anochezca quisiera comprarle el regalo a mamá para entregarle el domingo en su día pero me retrasa el hecho de no saber muy bien que cosa pudiera gustarle o hacerle falta.

 

Una posibilidad , pensaba hoy por la mañana ,  sería regalarle un  lavarropas automático , con esto seguramente la sorprendería , por otro lado algún comentario me hizo  hace unos días respecto a que el suyo estaba muy viejo, “que era de la época en que vivía tu padre” , fueron tal cual sus palabras, lo recuerdo bien.

 

Otra alternativa que me ha estado rondando en la cabeza es regalarle una computadora porque no tiene y  , quien sabe digo yo ,  tal vez la entretendría al tiempo que la obligaría a  incursionar en  algo nuevo .

 

Uno nunca debe pedir opiniones cuando no quiere recibirlas.

 

Les comento a mis hijos  que casualmente han venido a pasar el fin de semana por los mismos motivos   y mis ideas fueron masacradas.

 

El lavarropas, según ellos, no tenía sentido, ya que ella no necesita algo tan grande  y menos la computadora pues  a la abuela le gustan otras cosas  y solo iba a lograr complicarle la vida.

 

En fin, luego de recibir sus comentarios  lapidarios  , tal vez con criterio , hice algo que siempre aconsejo en mi oficina cuando se nos pierde una carpeta: me senté a pensar  antes de salir a buscar otra cosa para obsequiar a mamá.

 

Les adelanto , para que no sigan leyendo el relato si les resulta aburrido, mis reflexiones  no me llevaron al resultado esperado y no es que mi vieja  (así le digo yo de  entrecasa) sea una persona complicada, todo lo contrario.

 

Ocurre que el pensamiento me desvió por  otros andariveles, me hizo retroceder  hasta épocas de mi infancia cuando para el día de la madre  le preparábamos en la escuela, en la hora de labor o actividades prácticas, no recuerdo bien como se llamaba esa asignatura, una manopla bordada a mano con punto yerba , o aquel llavero pintado con plasticota de colores, o aquel cuadrito de madera barnizado que colgaba luego en la cocina como si fuera un  Picasso.

 

Y en cada regalo la vieja siempre  exaltando el valor del obsequio, como si fuera lo mejor del mundo, aunque en realidad era un mamarracho , valorando más de la cuenta - siempre fue así -  aquello que era mínimo comparado a lo que ella hacía por nosotros.

 

Claro, y llego al final, lo que ocurre es que lo que a una madre la emociona no es el tamaño del regalo sino el gesto, esa  mínima devolución que nos redime  frente a tanta torpeza filial.

 

No  es fácil pensar en un regalo para nuestra madre por la simple razón de que  tamaño obsequio no existe.

 

Tal vez  , si queremos aproximarnos ,algo apropiado sería ,a mi entender , sorprenderla con  un regalo sin envolturas, solo  nuestra voz  y algunas dulces   palabras  en su día.

 

 

María Cecilia Repetto