lunes, 7 de diciembre de 2009

RECUERDOS DE LA NIÑEZ


El concurso de Trabalenguas


 

A la salida de misa y  previa parada en “El Trineo “,sabíamos concurrir con algunas compañeras de grado a  un programa de radio  llamado Chiquilandia  que  transmitía todos los domingos  LU27 Radio Dolores.

En él se hacía participar con  juegos y canciones  al público infantil y su concurrencia llegó a ser tan numerosa que en algunas oportunidades  debió realizarse  en la esquina de la calle Belgrano y Castelli lugar donde actualmente se sirve  el mejor café de Dolores.

 Tenía siete años aproximadamente cuando participé en un Concurso de Trabalenguas.

Llegué a la ronda final y obtuve el primer premio con el popular trabalenguas  “Carlitos clavó un Clavito….”

El premio que obtuve por mi triunfo consistía en una gallina  Chocolate.

Era domingo de Pascua. Recuerdo que ese día   habíamos sido invitados a  almorzar a  casa de mis abuelos maternos

Llegué feliz a casa haciendo curvas por las calles otoñales mientras apretaba mi trofeo casi derretido entre las manos .

Era el  mediodía y para contrarrestar mi ansiedad por comerme el  chocolate antes del almuerzo,el abuelo Carlos con dulzura y poder persuasivo me dijo  que si  dejaba la gallina en  la heladera sin  molestarla , al cabo de dos horas ella “pondría un huevo” de verdad .

Acepté su propuesta y dejé la gallina muy confiada dentro de una enorme “Siam “ color celeste  ubicada  en el comedor diario.

Pasadas las dos horas abrí con curiosidad  la heladera y  me quedé paralizada al  comprobar que el designio del abuelo se había cumplido,- la gallina de chocolate  había puesto un auténtico huevo .

Me quedé para siempre con la convicción de que un milagro había ocurrido dentro de la heladera del abuelo y como tantos episodios de la niñez  ,a los pocos días de ocurridos quedan adormecidos en la memoria hasta que algún inexplicable estímulo los saca a la luz  en el momento menos esperado.

En  casa ,mi hijo menor me ha puesto un apodo muy gracioso.

Cuando me retraso en sentarme en la mesa,dice con voz solemne  :”Por favor ,esperen a La Cuentera”, mote  que me tengo bien ganado debido a mi vocación por  repetir anécdotas viejas.

Hace poco tiempo les conté por primera vez del concurso de Trabalenguas  mientras  revivía  todos los detalles de la historia que tenía intactos registrados  en mi memoria.

Pero antes de llegar al final y cuando les iba a comentar de la gallina  que había puesto un huevo en la heladera no pude evitar llevarme las manos a la cabeza.En ese mismo instante se  esfumaba para mí aquella tierna fantasía que me había  regalado el abuelo y que ,como tantas ,eternizan en el recuerdo  un vínculo de afecto  potente como es aquel que liga a los abuelos con los nietos.

Al recordar esta sencilla historia ,que es solo una entre las millones  que atesoramos cada uno de nosotros, pensaba entonces  en la  paradoja  qué siendo los abuelos y los niños las usinas de amor más importantes que poseen las familias,sin embargo ,reciben como contrapartida de nuestra sociedad la postergación y la indiferencia de sus integrantes.

Ya que tanto queremos imitar  a los países desarrollados ,tomemos como ejemplo la consideración primordial que reciben todas sus legislaciones en cuanto  al tratamiento hacia los niños y los ancianos .

Por su fragilidad e  inocencia los primeros  ,por el respeto a la madurez o simplemente por ser “Nuestros Mayores “ deberían ambos constituir el principal punto de atención de cualquier política de gobierno que se precie de humana y que pretenda implantarse  en lo sucesivo.

                                                                                                                     María Cecilia Repetto