martes, 21 de agosto de 2007

EL INCENDIO QUE DESTRUYO DOLORES por María Cecilia Repetto


EN EL COMIENZO HUBO FUEGO  (año 2007)


            Se  dice con frecuencia que todo tiempo pasado fue mejor, que la gente de antes vivía más tranquila, que era superior su  calidad de vida y que con menos se  disfrutaba más.

             Es cierto que  muchas cosas buenas de  otras épocas se han ido perdiendo con el tiempo, sobre todo algunas vinculadas con  terreno de los valores pero, seamos francos, la vida antes no era un lecho de rosas.

            Si nos caben dudas de lo que afirmo revisemos algunos aspectos de nuestros orígenes.

            Pensemos, por ejemplo, en las dificultades  que debieron sortear los primeros pobladores de Dolores hacia el año 1817.

       Imaginemos, por ejemplo, a Don Ramón Lara afrontando los riesgos de ser  atravesado por la lanza de algún indio salvaje mientras delimitaba el terreno que su amigo Julián Carmona le  había donado para  fundar Dolores.

            Recordemos que la idea de fundar Dolores no surge de una motivación romántica sino como una medida para  freno al avance del indio que en forma continua amenazaba la tranquilidad  de los pobladores de la zona.

            Sus vidas, no nos engañemos, no eran mejor que las nuestras.

            Si bien casi no existían los  delitos contra la propiedad entre los vecinos, la inseguridad era mayúscula ya que el peligro lo constituían los indios que eran la imagen del terror  y la representación de la violencia.

            Aún conscientes de la realidad de esta situación aquellos valientes pobladores no dudaron en instalarse y construir  en medio de la precariedad y la escasez  las primeras viviendas de barro y paja.

           Claro que  jamás pudieron imaginar la  dimensión de la tragedia que les tocaría vivir.

            Sucedió en el mes de abril de 1.821 cuando  un malón de indios provenientes de Tandil  atacó e incendió  Dolores.

Este malón estaba encabezado por  un personaje  llamado José Luís Molina quien había sido capataz y hombre de confianza de Don Francisco Ramos Mejía, propietario de la estancia de Miraflores ubicada cerca de esta ciudad.

Tiempo antes  Molina había estado detenido junto a su  capataz por orden del  gobernador Martín Rodríguez  con quien Ramos Mejía había tenido algunas diferencias ya que lo  acusaba de renegar de la fe cristiana.

Molina había podido fugarse y sin otra alternativa partir al desierto donde había trabado amistad con los indígenas quienes a poco de conocerlo le reconocieron  sus dotes guerreras.

Se sumó  el resentimiento de Molina contra la civilización al salvajismo de los indígenas  y resultado de ello nuestro pueblo que en aquel entonces había alcanzado un aspecto floreciente quedó destruido por completo.

La horda salvaje cometió todo género de atrocidades ,destruyó todo lo que había a su alcance, incendió casas, degolló a sus habitantes y tomo cautivas alas pobladoras de Dolores incluso a parientas de Lara , también de sus correrías obtuvo miles de cabezas de ganado.

El destino de Molina desde entonces  estuvo  condenado a convivir con el sobresalto.

Logró salvar su vida en  varias oportunidades a fuerza de escapar de la justicia o de ser perdonado por la vía del indulto que le otorgó el  presidente de la Nación Bernardino Rivadavia.

Incluso su experiencia y espíritu bravío fueron  aprovechados por Rosas a quien le prestó  servicios en su campaña y quien le concede ascensos hasta el cargo de Teniente Coronel.

Pero su muerte en  1.830 lo sorprende  de una manera extraña,  algunos  hablaron de envenenamiento también hubo otros que dijeron que fue el propio Rosas  que lo mando a matar ya que desconfiaba de su ferocidad.

Recordar esta terrible historia  nos hace replantear aquello de que todo tiempo pasado fue mejor ,pero  al mismo tiempo nos hace reflexionar en la fortaleza de esos primeros pobladores a quienes ni el fuego logró arrebatarles su voluntad para volver a empezar  aún después de haberlo perdido todo.

Hemos andado mucho desde aquel sinuoso comienzo pero nada ha sido en vano, Dolores hoy se exhibe mejor que antes , como una ciudad que puja para superarse y que ,quizá ,signada por aquella experiencia inicial no se doblega antes las  dificultades.


Fue en suma aquella voluntad de comenzar de nuevo  después del fuego lo que ha permitido que  190  años después podamos conmemorar  un nuevo aniversario de la fundación de nuestra ciudad aspirando a que el bicentenario nos encuentre orgullosos de nuestro presente y a la altura de quienes construyeron   nuestra  historia .


                                                                                                                María Cecilia Repetto