lunes, 21 de febrero de 2005


DOLORES Y SU CARNAVAL 21-02-2005

 

El fin de semana  estuvo  lindo en Dolores.

Desde temprano se veía mucho movimiento de gente trabajando en los preparativos del corso.

Nada debía fallar en el espectáculo de la noche .

 A la hora de la siesta los dueños de los kioskos de gaseosas y hamburguesas comenzaron a apilar  gran cantidad de mesas y sillas blancas que luego acomodaban  en las esquinas de las calles .

Algunos hombres estaban encargados de la iluminación y de poner asientos en todo el   recorrido de la calle Olavarría entre Solís y Chascomús.

Otros debían ocuparse del sonido de los parlantes y un grupo tenía bajo se responsabilidad la venta de entradas y de la nieve.

Al ver alterada la habitual parsimonia de sus veredas,los comerciantes y vecinos  del barrio se sentían invadidos y perturbados.

Desde las ventanas de sus casas o detrás de las vidrieras observaban con cierta desconfianza el movimiento inusual de gente abocada a las tareas de antemano establecidas.

 Un ama de casa rezongaba, con razón, porque unos chicos le habían robado las flores del frente y otra le comentaba que la noche anterior había encontrado botellas de cerveza vacías en su cantero de petunias violetas.

Apantallados por la eterna brisa dolorense el fin de semana  mucha gente fue al corso para ver la presentación de la comparsa local.

El sábado por la noche interminables filas de autos en las calles paralelas a la Olavarría  hacían dificultoso transitar por allí.

Desde varias cuadras antes ,el humo de las parrillas trazaba en el aire una ruta aromática que desembocaba en los kioscos de comidas.

Mientras los organizadores y policías cercaban las calles por donde pasaría el desfile ,los más chicos tironeaban alborotados los brazos sus padres y empujaban con sus frascos de nieve tratando de encontrar  una buena ubicación .

Después de impaciente espera y gran expectativa a medianoche comenzó el espectáculo.

Al ritmo de la música, imponentes carrozas de esmerada ornamentación, se abrían paso  como un gigante tecnicolor .

Detrás  de ella aparecían las abrillantadas bailarinas,deslumbrantes con sus tacos altos y espléndidos trajes de  plumas  y  lentejuelas de colores.

Todas juntas parecían formar un inmenso caleidoscopio que encandilaba la vista de los espectadores.

El movimiento ondulante de las sensuales caderas dolorenses acaparaban la mirada  de regocijo de los  hombres de todas las edades  y exhacerbaban los celos de sus mujeres.

          En medio de la euforia la gente se amontonaba  y a los apretujones se salían de los cordones de las veredas procurando registrar con sus pupilas hasta el más mínimo detalle

Todos se quedaban con la boca abierta y  la vista satisfecha.

En ese clima de colorido y belleza  la gente respondía con las palmas y trataban de imitar el paso de rayuela de los bailarines.

Nada más pegadiza,alegre y seductora que la música de Carnaval.

Levanta el ánimo e inyecta energía .Contagia las ganas de moverse,de soltarse,aunque no todos se animan a darle un impasse a los prejuicios.

En las noches de  Carnaval la gente sale a distraerse con poco arreglo e indumentaria sencilla: jeans ,zapatillas y algún sweter sobre los hombros.

Codo a codo  en las veredas del corso,los dolorenses se miran entre sí ,se saludan con gesto de agrado y  simpatía ,como si jamás se hubiesen encontrado antes.

(Y quizá sea así,porque pese a que vivimos en un lugar chico no nos prestamos demasiada atención.)

El pueblo se mezcla  en las noches de Carnaval y es este  su  mejor  logro.

¿Qué otra fiesta popular admite semejante convocatoria?

Como ha sucedido siempre,este año en el corso estuvimos todos reunidos,sin distinción de sexo ,edad, ni condición social y aunque son los chicos los que más disfrutan ,aquella noche los grandes también tenían dibujada una sonrisa.

Y al ver tanta gente contenta ,mientras se despedía la última carroza sentí nostalgia al pensar que habrá que esperar  un año para  disfrutar de otra noche de Carnaval .

María Cecilia Repetto