domingo, 7 de septiembre de 2003

LA LLAMA CELESTE .

                                                                                                                                                                           María Cecilia Repetto


Cuando  me hablan de frío  me vienen al recuerdo  los inviernos de  mi infancia…
Antes de las ocho  íbamos  todos los chicos  caminando para la  escuela, con el portafolio en la mano, tapados hasta las orejas, mirando la escarcha que solía formarse en los techos de los autos estacionados sobre la acera, adivinando en los días de niebla quienes serían los iban más  adelante porque casi no  se veía.
Dentro de las aulas no recuerdo que hubiera calefacción, tal vez  algún día de mucho  frío pero a uno lo mandaban de la casa con tanto abrigo debajo del guardapolvo que lo incómodo era  doblar el brazo   , no el  frío.
En muchas viviendas de Dolores había  estufas  a  leña pero  en otras  se usaban  los calentadores a Kerosene  Eco o Bram Metal , las salamandras o  las estufas  Flamex  que venían enlozadas  de color gris o bordó .La gente ponía la pava para  calentar el agua   y como si fuera poco  le colocaba  un armazón  metálico  que servía para secar  la ropa los días de humedad. Pero sí de frío hablamos, en las casas grandes y  antiguas como la de mi abuela, la historia era todavía peor .Los techos altos que tanta frescura garantizaban en el verano en invierno eran una pesadilla.
Por eso cuando aparecieron en el mercado las estufas  Eskave fue un verdadero alivio  para quienes la instalaron. Ya no se precisaba  andar con la damajuana, ni el embudo, ni  tener mechas de repuesto para cuando el calentador hacía humo  porque quemaba mal. No era preciso  controlar  si estaba la llama celeste en señal de buena combustión  ,  ni protestar  porque la rosca del botellón se había falseado. Con el nuevo artefacto  tan solo había que poner un  tanque  en el patio (con una tapa que se mandaba a hacer a un zinguero para que no le entre agua)  y entonces pasaban a domicilio los keroserenos en un carro  tirado por caballos, después con un camioncito y  lo cargaban semanalmente  con sus enormes tarros de zinc.
Por otro lado , al ser el gas  envasado  bastante más  caro  que el gas de red  , en todas las familias  se controlaba el consumo  en la cocina  o con el  agua caliente para que  el tubo o la garrafa durara un poco  más.
En realidad, en todas las familias se medía el consumo   , más aún  cuando se trataba  del gas, la luz o el agua  porque la gente tenía arraigado el concepto del ahorro que no sé porque razón se  fue perdiendo con el tiempo  , tal vez porque  cambió el estilo de vida de la gente ,tal vez porque se impuso la costumbre del derroche sin  medida  , con más razón si las cosas te las regalan  o algún benefactor te las subsidia , aunque a la larga todo se paga a su debido precio.
Por eso ahora cuando la situación nos enfrenta a un escenario que nos resulta hostil como  el que se plantea con el aumento de las tarifas o cuando escuchamos las advertencias del gobierno respecto a la necesidad de cuidar  el consumo de energía  fruncimos  el ceño contrariados.
 Pero ocurre que en la Argentina  durante años se  malgastaron los recursos energéticos en gran parte por las malas políticas de los gobierno pero también porque los argentinos perdimos la cultura del ahorro que otrora dignificaba a la familia y las hacía progresar.
Las medidas adoptadas por el gobierno  conocidas como “EL Tarifazo” fueron a mi juicio  imprudentes . Los cambios deben ser graduales y  si lo que hay que modificar  es un  hábito  social  se precisa  además paciencia y educación.
Quienes pertenecen a  mi generación y ni que hablar quienes me han precedido sabemos de qué se trata, el ahorro, de que se trata el derroche, sabemos del frio y del exceso del calor.
Nadie  desea  retroceder al pasado salvo  para recordar  que  el mundo no se viene abajo porque se nos pide que midamos  el consumo de gas o de luz  por tratarse de  un bien escaso .
El presidente  Macri ha provocado risa con su cruzada contra el despilfarro pero pienso que tiene razón  en este aspecto como así también en la necesidad de eliminar los subsidios a quienes no lo necesitan  .En otro países ya lo han implementado  desde hace mucho tiempo y han asumido un mayor compromiso social frente a una realidad en la que no podemos quedar ajenos.
Nosotros también debemos actuar como miembros de una comunidad fomentando  el consumo responsable de energía para colaborar en el proceso de crecimiento del país pensando en nosotros y también en las generaciones  futuras  . Por otro lado el gobierno debe generar  políticas de Estado que promuevan  el cuidado de los recursos naturales no renovables sin desmedro a su deber de proteger la calidad de vida de la población, en especial la de  los sectores de menores recursos. En la medida que se alcance el justo equilibrio veremos   la llama celeste del progreso.

EL MUNDO LIGHT

LAS DESVENTURAS DE DON RODRIGO MARIA CECILIA REPETTO .07-09-2003


Seres de apellido “Díaz” abundan en estas tierras  pero “Rodrigo Díaz”  hay uno solo y nació en Dolores hace 59 años.
No es familiar ni se parece a su homónimo, Don Rodrigo Díaz de Vivar-alias el Cid Campeador-  , aquel famoso personaje de la literatura castellana que daba muestras de su valiente  espíritu aventurero recorriendo  España montado sobre su caballo Babieca.
Pese a tener ambos sus raíces en la zona de Castilla, a diferencia de aquel, éste Rodrigo Díaz no es intrépido ni andariego. La lucha no es parte de su vida y su máxima atracción es hacer recorridos en  bicicleta  por las calles de su pueblo.
A su esposa, con quien tuvo cuatro hijos, le dicen Beti.Además de haberle seducido su dulzura, Rodrigo Díaz suele repetirle con tono risueño  que lo que más le gusta de ella es su arte en la cocina.
Lo admirable (y curioso) de esta familia es que logran sentirse felices con el solo transcurrir de la vida cotidiana. Pareciera que a nada aspiran más que  el transcurrir en paz  los ciclos de la vida   o que aún no han sido contagiados por ese virus moderno de la insatisfacción.
Su vida de rutina, sin embargo, a veces se altera por algunos imprevistos.
Hace unos días Don Rodrigo  no se sintió bien de salud. Se agitaba con frecuencia y su digestión no era la de antes. A juzgar por su aspecto se podía adivinar que esos kilos de  más le  estaban pasando una factura.
Luego de consultar a su médico de confianza y  de  peregrinar por diversos consultorios y laboratorios que lo examinaron, estudiaron y analizaron; despejados  , al fin, los temores de un mal serio ,el facultativo lo conminó en dos palabras a un parco tratamiento para erradicar su mal  :”Dieta y ejercicio ”
A partir de entonces Rodrigo Díaz descubrió un mundo que hasta entonces no conocía, como si un  telón  se abriera frente a sus ojos.
En las góndolas de los supermercados observó que cada producto lácteo tiene su hermano “light”, que el verde de las etiquetas es indicador de alimento con bajo contenido graso o sinónimo de  permitido para  su dieta.
Incursionar por el mundo de lo “diet” (mermeladas,yogures,leche,flanes,galletitas,etc) representó para este vecino un viaje por rutas donde jamás había transitado ya que hasta entonces los alimentos que consumía se  clasificaban según los dictados de su  paladar o de su estómago pero jamás por la cantidad de las calorías que contenían.
En pocas palabras, aquella  sencilla recomendación  médica de que consumiera  productos sin grasa o dietéticos para bajar su colesterol, terminó por convertirse en un tormento.
Pero no quedó ahí, en el gimnasio donde  se anotó  para concurrir dos veces a la semana  se enfrentó con otras sorpresas.
Hombres de todas las edades, sin problemas de gordura, estilizaban  sus cuerpos subidos a máquinas extrañas con el fin de tornear  su  musculatura.
El espejo que tapizaba las paredes del gimnasio devolvía la imagen de un Rodrigo con abdomen de medio punto que contrastaba  con la del joven fornido de piel humedecida por la transpiración de su esfuerzo físico.
Dos semanas de dietas y dos semanas de gimnasio fueron suficientes para que Rodrigo Díaz llegara a una conclusión inevitable: Aquello no lo resistía más.
“Cada cual debe ser fiel consigo mismo” sentenció en la mesa familiar  mientras degustaba el plato de ravioles del domingo.
No era él hombre del yogur descremado, ni le gustaba la manteca de bajas calorías y se sentía ridículo haciendo abdominales sobre una camilla; mejor adaptaría su tratamiento a su forma  de vida. Su dieta consistiría en suprimir el pan y alternar las comidas sabrosas de la patrona  con un magro bife y ensaladas. Su gimnasia consistiría en  paseos en bicicleta y durante el verano cortaría  el césped del jardín.
En el café donde se reúne a menudo con sus amigos  hizo algunos comentarios risueños  de su experiencia con “el mundo light” admitiendo, como el detalle más saliente, que la mayoría de las personas que consumían productos dietéticos o que permanecían horas en el gimnasio no tenían problemas de exceso de peso como él.
Pero además ,observé con sorpresa , dijo poniéndose serio , que en la actualidad  muchos hombres han adoptado costumbres que décadas atrás los hubiesen catalogado como afeminados y creo  que ha influido mucho el temor a envejecer que no es otra cosa que negarse a aceptar las modificaciones naturales del cuerpo por el paso del tiempo .

         Tal vez, siguió opinando, muchos empresarios han encontrado en esto un gran negocio y lo han explotado a través de campañas publicitarias que asocian la belleza con la juventud o la belleza con la  imagen de un cuerpo delgado y armonioso. A partir de allí  la proliferación de productos de cosmética, dietas y coloraciones de cabellos  para evitar que las canas, los rollos, las arrugas  que delatan el envejecimiento  no se noten.

Es normal que el hombre trate de adaptarse a las modas. Lo ideal no es dejarse apabullar por ellas y poner más el acento en la salud que es lo que importa.

Algunos, como Rodrigo Díaz, han optado por  hacer la suya y mantener su estilo.

Al mirarse al espejo se ve algo gordito  y canoso pero aun así, me confiesa, prefiere eso a que en el  barrio lo tachen de “María Luisa”
María Cecilia Repetto.